Neuro arquitectura

Todavía hay arquitectos que no prestan atención a los efectos cognitivos de sus creaciones, primando en su diseño la tendencia individual sin tener en cuenta cómo influye en el comportamiento de sus usuarios. Tanto el diseño urbano como el de edificios pueden llegar a generar actitudes sociales positivas. Un buen diseño es una poderosa herramienta para transformar el bienestar de los ciudadanos.
Equipos multidisciplinares formados por arquitectos, neurólogos y psicólogos han llegado a la conclusión que la cuestión no trata de cómo conformar los espacios en los que vivimos, sino de cómo hacerlo para tener la sensación de tener el control de lo que nos rodea, ya que no somos más que personas del espacio que habitamos. Es lo que se ha dado en llamar neuroarquitectura
La ausencia de percepción conductual de los diseños modernos, dirigidos al aislamiento, además de espacios públicos mal concebidos, dirigen hacia no tener éxito en la vida a través de actitudes sociales negativas. Ya conocemos el tipo de espacios que gustan a los ciudadanos y les estimulan, ¿por qué no tenerlos en consideración?
Lo cierto es que las percepciones son medibles y, por tanto, objetivas. Grados de excitación, estados emocionales y actividad cerebral respecto a estímulos recibidos por el espacio que ocupan, es algo sencillo de monitorizar. Si preguntamos a los usuarios sobre su grado de estrés, su respuesta indica que no es consciente del mismo si lo comparamos con la monitorización objetiva.
Sabemos que el acceso a zonas verdes reduce el estrés, sus vistas desde interiores tienen efectos positivos. Vivir en ciudades aumenta el riesgo de enfermedades mentales, depresión y ansiedad, que los expertos llaman “estrés social” y está relacionado por la ausencia de vínculo social y cohesión con los vecinos.
De sobra es conocido como barrios e inmuebles mal diseñados generan actitudes sociales negativas, foco de crímenes, miseria y desordenes sociales que expertos consideran provocados por la ausencia del sentido de comunidad que la implantación de espacios produce. La soledad es considerada como el mayor riesgo de enfermedad en las ciudades y el diseño debería dirigirse a evitar este problema.
Los ciudadanos necesitan espacios de relación social y saber como las distintas zonas de su entorno se relacionan espacialmente, de forma que no pierdas el sentido de la orientación. Expertos creen que la planificación urbana debe tener como máxima la colocación de objetos en los espacios públicos que acerquen a los ciudadanos físicamente y provoquen la conversación.
Un ejemplo es la planificación de calles a través de serpenteantes caminos realizados con acerados y zonas verdes que potencie caminar a través de las ciudades. El diseño urbano y de edificios puede cambiar la salud mental de las personas que han sufrido una vida estresante.
Neuroarquitectura es una materia relativamente nueva e interdisciplinar que combina neurociencia, psicología y arquitectura, además de pretender ajustar los diseños urbanos y de edificios a la percepción que estos generan en el cerebro. Incluye aspectos como la iluminación, acústica, colores, texturas y diseño en general y los relaciona con factores psicológicos y emocionales que afectan al bienestar de los ciudadanos.
Espacios que reducen la ansiedad de pacientes en centros hospitalarios, promueven la concentración en colegios, mejoren la creatividad y favorecen el trabajo colaborativo en centros de trabajo o espacios públicos que generen interacción social, son sólo alguno de los ejemplos del alcance de esta disciplina.

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